Mateo Banks, alias "Mateocho": El primer asesino serial de Argentina
Este año se
cumplen 100 años de los asesinatos cometidos por el primer asesino serial de
Argentina: Mateo Banks, conocido como “Mateocho” (por haber asesinado,
justamente, a ocho personas -de las cuales seis eran familiares del homicida-).
Esto lo convierte en el cuarto asesino serial con más víctimas de Argentina (tercero, si no contamos al Vampiro de la ventana, quien no se sabe si existió o no).
El asesino
Mateo Banks y Keena |
Mateo Banks y Keena nació el 18 de noviembre de 1872 en la Estancia El Trébol, ubicada en el partido de Chascomús, provincia de Buenos Aires, Argentina. Era descendiente de irlandeses: su padre había emigrado hacia la Argentina en 1862 huyendo de las pestes, las guerras y la miseria de Irlanda y, una vez en el país, se casó con la irlandesa Sarah Kerney Keena. La pareja tuvo siete hijos: María Ana, Dionisio, Miguel, Mateo, Pedro, Catalina y Brígida. En un inicio se asentaron en Chascomús; finalmente, se instalaron en Azul, provincia de Buenos Aires, Argentina. En 1897, Mathew, el padre de familia, compró una fracción de campo bautizada como "El Trébol" por los pagos de Parish, en el partido de Azul. La prosperidad hizo que también la familia pudiera arrendar, y luego adquirir, la estancia contigua bautizada como "La Buena Suerte". Según distintos investigadores de Azul y de Bahía Blanca, los Banks prosperaron primero cuidando campos de otros inmigrantes y luego ellos mismos como dueños de algunas propiedades. Por este motivo, la familia Banks era prestigiosa en Azul y eran considerados como inmigrantes triunfadores.
Mateo se destacó
desde muy joven por su habilidad para los negocios y un carisma que lo hacía
muy popular en su pueblo. El estanciero era una figura importante dentro de su
comunidad, de gran participación religiosa (no faltaba ningún domingo a misa),
siendo quien portaba el palio en las procesiones y era el presidente de la Liga
Popular Católica. Asimismo, era miembro del Consejo Escolar, socio del Jockey
Club y de varias ligas de beneficencia, vicecónsul de Gran Bretaña, miembro del
Partido Conservador y representaba a la marca de autos Studebaker en la
provincia de Buenos Aires (incluso uno de los últimos modelos de esta marca,
una elegante voiturette, se le había reservado y con este vehículo se paseaba por Azul).
Había contraído matrimonio con Máxima Gainza, una mujer de sociedad, con la
cual había tenido cuatro hijos. La pareja no vivía en el campo, sino en el
centro de Azul, en una casa en la calle Necochea, con verja, jardín y un frente
decorado. El homicida hablaba en inglés y era hijo de la primera generación de
la comunidad irlandesa en Buenos Aires, la cual tenía miembros con vínculos muy
fuertes entre sí, a causa de que eran muy pocos.
“Era un
hombre muy estimado en Azul. Había sabido granjearse generales simpatías por su
vida honorable y hogareña. Concurría asiduamente a la iglesia, integrando la
comisión protectora de la parroquia. En las procesiones llevaba el palio. No
tenía vicios conocidos, ni siquiera bebía pues siempre fue abstemio”, lo
describió el periodista Gustavo Germán González, cronista de policiales del
diario Crítica, que cubrió el caso.
Las apariencias engañan
En 1909 Mathew murió, por lo que los hijos de éste quedaron al frente de los campos que había adquirido. Es así como Mateo se convirtió en el propietario en sociedad con sus hermanos Dionisio, Miguel y María Ana (algunos de los hermanos restantes se habían ido a vivir a Irlanda, mientras que otros habían fallecido) de las estancias “El Trébol” y “La Buena Suerte”, las cuales administraba. La sociedad de los hermanos Banks era próspera a pesar de sus riñas internas. Sin embargo, tras varias advertencias, sus hermanos finalmente lo desplazaron de la sociedad.
"Había
constituido una sociedad con sus hermanos para explotar unas 200 cuadras de
campo de su propiedad y las 800 que componían la estancia de los otros,
conocida como La Buena Suerte", detalló Gustavo Germán González.
Mateo Banks,
quien era considerado un vecino próspero, llevaba adelante una vida social y
económica que en verdad no podía sustentar, ya que se encontraba en bancarrota.
Sus tres hermanos y algunos empresarios que jugaban con él eran los únicos que sabían
que Banks no era capaz de detenerse cuando se trataba de apostar en el póker, el
monte o el siete y medio, motivo por el cual perdió su fortuna. En 1921 intentó
recuperar parte de su capital con la venta de parte de su hacienda a sus
hermanos para pagar sus deudas. Sin embargo, no fue de mucha utilidad ya que
volvió a perder el dinero por continuar con las apuestas.
Acorralado,
Banks decidió recurrir a una “solución” desesperada: estafar a sus hermanos. A
principios de abril de 1922, Mateo presentó documentación que supuestamente
estaba firmada por Dionisio, a través de la cual podría vender varias cabezas
de ganado a un rematador de la zona. Pero la verdad era que Mateo había
falsificado la firma de su hermano mayor; sin éxito, ya que fue descubierto por
un empleado municipal. A pesar de esto, sus hermanos no lo denunciaron.
Dionisio lo confrontó y le pidió que se detuviera.
“El 11 de
abril de 1922, Mateo Banks presenta en la Municipalidad de Azul, tres
certificados firmados por Dionisio Banks, en representación de Banks Hermanos,
por los cuales se acreditaba la transferencia de 145 novillos, 700 lanares y
600 vacas. Posteriormente, los exámenes caligráficos probarán la falsificación
de la firma de Dionisio y la autoría de Mateo Banks”, reconstruye Hugo Hohl
en Crimen y status social.
Fue este evento
el que llevó, según el homicida, a tomar la decisión de acabar con su familia.
Según le dijo al juez Gualberto M. Illescas, el juez a cargo de la causa, había
decidido acabar con su familia después de que Dionisio le recriminó que hubiera
falsificado su firma para quedarse con el ganado, pero en un principio no sabía
cómo hacerlo.
Lugar de los hechos
Estancia "La Buena Suerte" |
Tranquera de "La Buena Suerte" |
Parte de la familia Banks, poco antes de la tragedia |
En un principio, Mateo intentó asesinar a su familia envenenando el puchero que comerían durante el almuerzo. Según el expediente del caso, durante la tarde del 17 de abril de 1922 Banks se encontraba en la estancia “La Buena Suerte” echando estricnina (químico utilizado generalmente para matar pequeños vertebrados, en especial pájaros y roedores) a los ratones. Esto le dio la idea de utilizar este compuesto para acabar con su familia.
Al día siguiente
(18 de abril), alrededor de las nueve de la mañana, Banks se dirigió a la
cocina de “El Trébol”. Aprovechando que allí no había nadie, vertió veneno en la
olla donde se estaba cocinando el puchero del almuerzo. Según sus
declaraciones, “echó una cantidad de estricnina que no puede apreciar”.
Entre las diez y
las once de la mañana llegó a “La Buena Suerte”. Una vez allí, se puso a tomar
mate con Dionisio y la hija de éste, Sarita, sentados fuera de la cocina frente
a la puerta de acceso. Antes de ponerse en camino para volver a “El Trébol”,
Mateo repitió la misma operación en la cocina solitaria, volcando veneno en el
puchero, en una cantidad que no pudo precisar. Para evitar ingerir la comida
envenenada, Banks se justificó diciendo que se había olvidado unas herramientas
en “El Trébol” y que iría a buscarlas en ese instante.
Sin embargo, su
plan fracasó. Había volcado tanta estricnina en las ollas que el gusto del
veneno delató las maniobras y nadie comió. Tanto Julia Dillon, la esposa de Miguel Banks, como María Ana y
Dionisio echaron a la basura la comida por su asqueroso gusto. Cuando Mateo
volvió a “El Trébol”, su hermano Miguel lo recibió diciéndole “¡Qué le
pusiste al puchero, hijo de puta! ¡Fuiste vos, che!”. Sin contestar nada,
Mateo volvió a subir al sulky y regresó a “La Buena Suerte”. Llegó alrededor de
las dos de la tarde y su hermano Dionisio, que estaba allí, lo recibió de mal
humor, pero sin sospechas y le dijo: “Tuvimos que tirar el puchero porque
estaba muy salado”. Viendo que el plan de envenenamiento había fracasado y
que Miguel y Julia (la esposa de Miguel) sospechaban de él, decidió recurrir a
otro método más directo.
Quince horas
mortales
Los asesinatos de “La Buena Suerte”
Mateo alternó su
tarde entre las casas y yendo de caza al campo con su escopeta. Alrededor de
las seis de la tarde, siendo ya la entrada del sol, Mateo decidió comenzar a
eliminar a su familia. En “La Buena Suerte” estaban solo Dionisio y Sarita. Dionisio
estaba yendo de una habitación a otra, entonces Mateo aprovechó y le disparó en
la espalda. Dionisio no murió por ese disparo; sus últimas palabras fueron
hacia su hermano: “¡Cómo se te ha escapado el tiro, che!”. Ante esto, Mateo
disparó nuevamente a Dionisio, matándolo.
Sarita se había dirigido hacia el sitio donde Mateo había asesinado a su padre.
Al ver la escena, la niña de doce años comenzó a gritar. Banks le pegó en la
cabeza con los caños de la escopeta varias veces, lo que provocó que la menor
cayera al piso aturdida. Al juez Illescas le dijo que no había querido
dispararle y que la tiró al aljibe para que se ahogara, pero que al caer al
agua la chica empezó a gritar y que entonces le disparó dos veces.
Banks volvió a
la estancia y tomó un colchón de un cuarto, el cual llevó hasta la habitación
en la que estaba Dionisio. Una vez allí, colocó el cuerpo de su hermano sobre
el colchón y se quedó esperando hasta que llegase Juan Gaitán, un peón que trabajaba
en la estancia.
Gaitán llegó a la noche y se dirigió directamente al galpón para
desensillar. Banks fue hacia donde se encontraba Gaitán y le disparó, haciendo que el peón cayera al suelo por el impacto. Luego volvió a la casa y cerró las puertas de las
habitaciones. Finalmente, subió a un sulky y emprendió camino hacia “El
Trébol”.
Los asesinatos de “El Trébol”
Alrededor de las
veinte horas, Banks llegó a la otra estancia y encontró al peón Claudio
Loiza fumando junto al galpón. Mateo le pidió que lo acompañase a “La Buena
Suerte”, ya que “Dionisio estaba mal”. Loiza no dudó y se subió al sulky
con él. Durante el camino, Banks dejó caer el rebenque y le ordenó a Loiza que
se bajara a recogerlo. Cuando el peón descendió del sulky, Banks también lo
hizo, escopeta en mano. Cuando su peón volvía con el látigo del estanciero,
Banks le disparó en el cuello. Luego, arrastró el cadáver a un costado del
camino. Al igual que con Gaitán, Banks diría que Loiza había asesinado a su
familia junto al otro peón y que por eso les disparó.
Banks volvió a
“El Trébol” y ató el sulky detrás del monte y del maizal. En la estancia se
encontró con Miguel y Julia, quienes lo invitaron a cenar. Mateo rechazó la
propuesta ya que temía que descubrieran su plan y se dirigió a su cuarto
excusándose con que se sentía mal. Allí esperó pacientemente a que todos se
durmieran. También estaban presentes Cecilia, su sobrina, y María Ana.
Alrededor de las
veintitrés horas, cuando todos se habían dormido, fue hasta el cuarto de María
Ana y golpeó su ventana. Cuando su hermana abrió y le preguntó qué pasaba,
Mateo le contestó que debía de acompañarlo a “La Buena Suerte”, ya que Dionisio
se sentía mal. Ambos hermanos se dirigieron a pie hacia donde estaba atado el
sulky. Cuando caminaron aproximadamente dos cuadras, María Ana se encontraba un poco
delante de Mateo. Fue en ese momento cuando Banks, estando cerca de su hermana,
le disparó por la espalda. María Ana cayó al suelo fulminada sin decir palabra.
Luego, volvió a
“El Trébol” y se dirigió al cuarto de Miguel y Julia. Cuando llegó, le pidió a Julia
si podía prepararle un té, ya que estaba descompuesto. Su cuñada aceptó y Mateo
fue a esperarla a oscuras a su habitación. Cuando la mujer fue a notificarle que la
infusión estaba lista, Banks disparó desde el interior del cuarto. Julia dio un
gritó, se dio media vuelta y caminó unos pasos antes de caer muerta.
Miguel se dirigió corriendo hacia el cuarto de donde había provenido ese
grito. Cuando estaba solo a unos dos pasos de la puerta, su hermano le disparó
desde el interior de la habitación. Miguel cayó sentado. Luego se levantó y se
dirigió a la galería. Cuando estaba llegando frente al cuarto de su hija, Mateo
le disparó nuevamente. En total le efectuó tres disparos a su hermano antes de
que él muriera.
Luego de esto,
oyó que Cecilia, de 14 años, llamaba a su tía María Ana. Mateo le dijo a
su sobrina que se vistiera y saliera, que su tía estaba en el comedor chico.
Luego, él se dirigió nuevamente a su cuarto a oscuras y cuando la joven se
acercó a la habitación para saber si había alguien, su tío le disparó a menos
de un metro de distancia. Lo único que pudo decir la adolescente antes de
morir, según contó Banks al juez, fue “Ay... Ay...”. Esta fue la última de sus víctimas,
después de casi quince horas de asesinatos.
Banks recorrió
el escenario del crimen de manera minuciosa. Inclinándose sobre los muertos,
les tomó el pulso para asegurarse de que no hubiera sobrevivido ninguno, los
acomodó y los tapó con mantas. Volvió a subir al sulky y regresó a “La Buena
Suerte”, donde se aseguró de que Dionisio estuviera muerto. Además, se asomó al pozo
para comprobar que el cadáver de Sarita seguía allí.
Cadáveres de Miguel, Dionisio, María Ana, Cecilia, Sarita Banks, Julia Dillon de Banks y Juan Illescas o Gaetán, después de practicadas las autopsias (descripción textual del expediente) |
Sobrevivientes
Sorpresivamente,
hubo dos sobrevivientes en la masacre de aquel día de 1922. Tanto su sobrina Anita,
hija de Dionisio de 5 años, como María Ercilia Gaitán, la hija del peón
de 4 años, salieron ilesas del ataque. Banks las encerró en el cuarto que compartían con Cecilia, pero no les hizo daño. No se sabe porqué las dejó vivir, pero se cree
que es porque él consideraba que no iban a ser capaces de declarar en su contra por su corta edad.
Sumado a esto, los investigadores especularon que no podría matar a María
Ercilia, ya que haría menos creíble la versión de que el peón mató a la familia
Banks.
Versión de Mateo Banks
Después de
asesinar a ocho personas y revisar que efectivamente hubieran muerto, Banks se
dirigió a la casa del médico de la familia, Rafael Marquestán, para informarle
que acababa de matar a Gaitán y herido a Loiza (según su relato, lo había
herido en el camino entre los campos y el peón huyó) porque habían asesinado a
toda su familia. También le informó que necesitaba que lo trasladara en el auto hasta Azul. Incluso
llegó a mostrar un orificio en sus zapatos, que sería consecuencia de un
supuesto disparo que Banks habría recibido; aunque luego se comprobaría que
había realizado manualmente el agujero y que no coincidía con el del impacto de una
bala.
“Esos
asesinos Gaitán y Loiza, vamos Rafael, apúrate, después te voy a contar en el
camino todo, dame por favor un pedazo de galleta y un poco de caña, tengo
hambre, desde ayer a las doce estoy sin comer (…) esos infames intentaron
envenenar la comida”.
“-Te la
regalo Rafael, no voy a tirar más tiros, en la vida de Dios voy a tirar más
tiros” le dijo el estanciero a Marquestau la madrugada del 19 de abril de
1922, cuando se apareció sin aviso en su casa, cerca de Azul. Acompañando sus
palabras, intentó entregarle su escopeta para que la guardara.
“-Lleve la escopeta
Don Mateo, que usted debe presentarse a la Comisaría con el arma, y además nos
sirve de resguardo por si alguien nos quiere atacar en el camino”, atinó a
responder el médico, que además era su amigo.
“Ya no
existe ninguno más en mi familia, han acabado con todos, los han muerto a todos”
repetía Banks durante el viaje.
Durante el trayecto Marquestán le insistió para que avisara a la policía, ya que tendrían que hacer las respectivas autopsias. “¡Autopsia! Yo no creo que sea necesario che”, contestó Mateo Banks.
Al llegar a su casa de la calle Necochea, Banks encargó por teléfono siete ataúdes a la estación Parish. No pidió ocho ya que, como se menciona previamente, Banks sostuvo que Loiza había escapado, por lo que “solo había siete cuerpos”. Además, se contactó con el doctor Agustín Carús, abogado y dirigente político conservador, quien se negó a defenderlo y le aconsejó presentarse inmediatamente ante la policía.
Una vez que
llegó a la comisaría, Mateo Banks, siguiendo su plan original, declaró que
Gaitán y Loiza asesinaron a su familia a los tiros, luego de un fallido intento
de envenenamiento. Por este motivo, asesinó a Gaitán e hirió a Loiza, quien
había logrado escapar.
“En la ciudad
del Azul, á los diez y nueve días del mes de Abril del año mil novecientos
veintidós, siendo las ocho horas, se presentó á ésta Comisaría de Policía un
vecino-hacendado del cuartel quince de nombre Mateo Banks, de apellido materno
Keena, argentino, de cuarenta y ocho años de edad, casado, con instrucción, y
con domicilio en esta Ciudad, calle Necochea Nº 773, dando cuenta de un asalto,
manifestando que anoche, entre las 20 y 22 horas, sus peones Juan Illescas ó
Gaitán y Claudio Loiza ó Pereyra (a) “El cabo negro” habían asaltado las
estancias denominadas “El Trébol” y “La Buena Suerte”, propiedad de sus
hermanos Miguel y Dionicio Banks, y que á tiros de escopeta hacían sido muertos
estos dos últimos, Julia Dillon de Banks, Ana María Banks, Cecilia Banks y que
ha desaparecido Sara Banks, de once años de edad. Al mismo tiempo manifestó que
á su vez él había dado muerte á Gaitán y que creía haber herido á Loiza, pero
que á pesar de ello, huyó. El denunciante dice que esos mismos sujetos, en el
día de ayer, intentaron envenenar á las familias por medio de una susbstancia
tóxica en la comida. El Sr. Banks venía a constituirse en prisión, haciendo á
la vez entrega de la escopeta que utilizara, calibre diez y seis, fuego
central, de dos caños. Como medida de prevención, se procede a detener é
incomunicar á Mateo Banks, en virtud de haberse declarado autor de homicidio en
la persona de Juan Gaitán ó Illescas y lesiones á Claudio Loiza ó Pereyra”, extracto textual del expediente, incluyendo los errores.
Investigación
Croquis de la estancia "El Trébol" con los sitios donde se encontraron los cuerpos de las víctimas |
Croquis del lugar donde se halló el cadáver de Claudio Loiza |
Apenas Banks
terminó de declarar, el comisario llamó telefónicamente al juez del Crimen
Gualberto Illescas. Le resumió la versión de “Don Mateo”, pero también le dijo
que algo no le cerraba. Pidió instrucciones y el juez le dijo que lo detuviera
por haberse declarado autor del homicidio del peón Gaitán y haber herido al
peón Loiza. Frente a la situación descripta, la policía se trasladó al lugar de los hechos para adelantar la investigación.
“Así llegados
á la Estancia denominada “La Buena Suerte”, con un tiempo nublado y á ratos
lluvioso, observamos el parage en completo silencio y sin que nadie viniera á
nuestro encuentro para recibirnos. Ello nos dio la impresión, por tal soledad,
que algo grave allí había ocurrido”, se puede leer de manera textual en el
expediente de la causa.
Cuando la
policía llegó al lugar de los hechos y comenzó su investigación, la versión de
Mateo perdió credibilidad. A continuación, algunos de los puntos que
contradecían la versión de Banks:
1) Todos los disparos
provenían de la misma escopeta, cuyo calibre coincidía con la de Banks.
2) El balazo que
alegaba haber recibido en la bota no era tal, sino un agujero hecho con un
punzón.
3) Encontraron
los restos del supuesto peón prófugo.
4) Declaró que
había estado hablando media hora con su hermano Miguel luego de que este fuera
herido, pero la autopsia determinó que el hombre murió instantáneamente.
5) Se comprobó
que habían intentado envenenar a las víctimas.
6) Se descubrió
que su situación económica no era la ideal y que por eso había falsificado la
firma de Dionisio en una venta.
7) María Ercilia
Gaitán, la hija del peón, testificó contra el asesino. Según un artículo de La
Nación, la menor dijo: “El que hizo los tiros fue el tío Mateo”.
A pesar de que
la policía consideraba a Banks como el principal sospechoso y tenían evidencia
en su contra, el culpable se mantuvo firme y sostuvo su versión durante numerosos interrogatorios.
Finalmente, cinco días después, el 24 de abril, el juez Illescas le informó a Banks que el peritaje había demostrado que la firma de Dionisio había sido falsificada. Ante esto, Mateo se quebró y confesó, pero no de manera completa. Arrinconado, Banks hizo otro intento de esquivar la responsabilidad total de los crímenes. Dijo que le había pagado a Gaitán para que matara a sus hermanos, que le ofreció dos mil pesos. Sostuvo que al peón se le fue la mano y mató también a las mujeres, para luego reclamarle otro pago. Aseguró que fue por este motivo que lo mató. Luego se retractaría, alegando que fue forzado y torturado para declarar que fue el autor de todos los crímenes.
Juicios y condena
Juicio de 1923 a Mateo Banks (con la mano en el mentón), junto a su abogado, el Dr. Larraín |
En el juicio
oral del 12 de marzo de 1923, que se celebró en la sede del Sport Club de Azul,
inició la acusación el fiscal Horacio Segovia, declararon numerosos testigos y
se dieron cuenta de las pericias (de los médicos, los armeros y hasta de un
zapatero). Durante ese proceso, los investigadores también detectaron que el
día de la masacre Mateo había intentado asesinar a sus familiares con veneno en
la comida, pero que ese plan había fallado. La defensa de Banks fue asumida, luego de
que ningún abogado deseara aceptarla, por el defensor de oficio Luis Larraín,
quien insistió en la versión de Banks, pero no pudo explicar las
inconsistencias en el relato.
Asimismo,
durante el juicio se desplegó un enorme movimiento de público en las calles y
de periodistas de los medios de la época. El caso había cobrado notoriedad
pública, y se le dedicaron amplios espacios en diversos diarios de toda la
provincia y la ciudad de Buenos Aires. La sociedad de Azul estaba conmocionada,
y miles de personas acompañaron los entierros de las víctimas.
Luego de
deliberar durante cinco horas el Tribunal, compuesto por el doctor Lisandro
Salas como presidente y los vocales doctores Armando Pessagno y Abdón Bravo
Almonacid, declaró culpable a Banks, por lo que fue enviado a la cárcel de
Sierra Chica, donde fue designado bibliotecario:
“(…) se
condena a Mateo Banks como autor único de los delitos de homicidio perpetrados
en las persona de su hermano Dionisio Banks, de su sobrina Sara Banks, del peón
Juan Illescas o Gaitán, del peón Claudio Loiza, de su hermana María Ana Banks,
de su hermana política Julia Dillon de Banks, de su sobrina Cecilia Banks y de
su hermano Miguel Banks (…) y de los de falsificación de los documentos
privados, a sufrir la pena de reclusión perpetua (...) se dispone que la
condena impuesta al reo la cumpla en un paraje de los Territorios del Sud, que
lo indicará el Poder Ejecutivo al cual se le dirije los oficios necesarios a
tal efecto haciéndosele saber que queda el penado a su disposición. Notifíquese”
(sic).
El 3 de abril de
1923, la vista de la causa se dio por concluida. Banks emitió la siguiente
declaración, antes de ser condenado a reclusión perpetua (pocos meses antes se
había anulado la pena de muerte en Argentina):
“Señor
presidente: mucho se ha hablado de este horrendo crimen… He pasado diez meses
con el corazón y el alma desgarrados por el dolor y el sufrimiento de las
injusticias de las que fui objeto… He aguantado mi dolor en silencio… en la fe
de Dios y en la justicia de mis jueces… Por esta cruz (la señala al público),
mi pedido es uno solo: ¡que se haga justicia!”.
En la causa, se
puede leer el siguiente extracto respecto a los motivos del asesino:
“Los motivos
en los hechos en que ha intervenido, obedecían al propósito de quedarse con las
haciendas de sus hermanos (…) El 11 de abril de 1922, Mateo Banks entra en el
camino sin retorno y directo al más grande de sus crímenes: ese día presenta en
la Municipalidad de Azul, tres certificados firmados por Dionisio Banks, en
representación de Banks Hermanos, por los cuales se acreditaba la transferencia
de 145 novillos, 700 lanares y 600 vacas. Posteriormente, los exámenes
caligráficos probarán la falsificación de la firma de Dionisio y la autoría de
Mateo Banks (…) el declarante ha sido el único autor de la muerte de Miguel
Banks, Julia Dillon de Banks, Dionisio Banks, Ana María Banks, Cecilia Banks,
Sarita Banks, Juan Gaetan y Claudio Loiza (...)”
El Defensor de
Oficio, Luis Larraín, presentó un recurso de inconstitucionalidad ante la
Suprema Corte de Justicia. El 7 de diciembre de 1923, el máximo tribunal
provincial declaró nulo el juicio oral por haberse omitido la lectura de las
diligencias sumariales, ordenando realizar un nuevo proceso.
El juicio se
realizó por segunda vez, pero trasladado a la Cámara Tercera de Apelación en lo
Criminal en La Plata. Entonces, Mateo Banks sorprendió a todos al nombrar como abogado al penalista más caro de Buenos Aires y uno de los más “mediáticos” de
la época: Antonio Palacio Zino. El abogado era célebre por sus exitosas
defensas de casos difíciles. Nadie pagó los honorarios de la defensa, pero el
abogado no tenía problemas con eso ya que sabía que el país estaría al
pendiente del juicio y podría demostrar sus habilidades en el rubro.
Según cuenta
Roberto Tálice en su libro de memorias Cien mil ejemplares por hora, durante
este segundo proceso a Banks el defensor preparó maniobras “teatrales” para
impresionar a los jueces. Palacios Zino entregó a su cliente una pastilla de cianuro que
contenía una dosis no letal. Banks debía levantarse, proclamar su inocencia e
ingerir el veneno. Según le dijo a su cliente, ese gesto inclinaría al tribunal
en su favor. Pero el abogado también habría tenido otros motivos, ya que
supuestamente habría vendido la exclusiva al vespertino Crítica, que había
enviado a sus mejores reporteros a cubrir el evento. En un momento, Palacios
Zino comenzó a hacer desesperadas señas a su defendido, indicándole que se
tomara la cápsula, pero Banks no hizo nada. Según Tálice, a último momento el
asesino desconfió. Finalmente, el tribunal confirmó la sentencia de
culpabilidad y la pena de reclusión perpetua (que significaban 25 años de cárcel).
Esta vez, fue enviado a la Cárcel del Fin del Mundo, en Ushuaia.
Mateo Banks preso en la cárcel de Ushuaia (1933) |
Mateo Banks, detenido |
Mateo Banks en la cárcel de Ushuaia |
Desenlace
El 10 de junio
de 1942 y con 70 años, Banks fue liberado luego de pasar casi 19 años en prisión.
La pena le había sido conmutada y reducida a pedido del asesino, producto de
su buen comportamiento.
Intentó volver a
Azul y viajó luego a Olavarría, donde residían su mujer e hijos. Martina Gainza
hacía mucho tiempo que había solicitado la anulación del matrimonio y sus hijos
habían cambiado el apellido por el materno. Rechazado por los vecinos de Azul y
su familia, Banks se radicó finalmente en Buenos Aires, residiendo en una
pensión del Barrio de Flores.
Con documentos
falsos a nombre de Eduardo Morgan, alquiló una pieza sin baño en la pensión de
la calle Ramón Falcón 2178, en el barrio de Flores. El 23 de agosto de 1945, el
mismo día de la mudanza, con una toalla y un jabón, Mateo Banks se dirigió
hasta el final del pasillo, entró en el baño y cerró con llave. Se desnudó y al
meterse en la bañera resbaló. El golpe en la cabeza le provocó la muerte. “Mateocho”
tenía 77 años.
"Un buen
día salió del penal. Su único hijo lo esperaba y se fueron a vivir en un
departamento de la calle Piedras. Cambió de nombre y trabajó como corredor de
comercio. Pero una tarde, al volver a su casa, se dispuso a bañarse como todos
los días. Estaba bajo la ducha cuando pisó el jabón, resbaló, golpeó con la
cabeza contra el borde de la bañera y una hora más tarde lo encontraron muerto",
relató Gustavo Germán González en El hampa porteña.
Los diarios publicaron breves notas sobre la insólita muerte de Mateo Banks. Su nombre y sus crímenes fueron tan famosos que hasta inspiraron dos tangos: Doctor Carús, de Martín Montes de Oca, y Don Maté 8, con música de Domingo Cristino y letra de José Ponzio.
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